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sábado, 8 de enero de 2011

Ojos que no ven

Uno no vale para sustos, lo que ocurre es que estos son a diario. En los últimos días se llama dioxina y es repetitivo. Lo malo es que esta palabra no es específica de ovinos, porcinos, aves, acuicultura o derivados y sí tiene un común denominador, el alimento de aquellos y, curiosamente por lo general, un origen en el norte de Europa.

Las dioxinas son compuestos químicos que se originan como residuo de procesos industriales: fundición, fabricación de papel, herbicidas y plaguicidas; por incineración incompleta de residuos sólidos y hospitalarios y también de origen natural como consecuencia de erupciones volcánicas o incendios forestales, siempre y cuando estos últimos no sean antrópicos.

Las dioxinas se distribuyen mundialmente como contaminación difusa localizándose en cualquier medio aunque principalmente en suelos y sedimentos. Tienen una persistencia en el organismo de entre 7 y 11 años y son la causa de multitud de enfermedades, entre ellas cáncer, aunque sólo el 7% de las dioxinas conocidas tienen especial peligrosidad. Se concentran en el tejido adiposo y en mayor cantidad a medida que ascendemos en la pirámide nutricional.

El último caso conocido ha sido en Alemania, formando parte de piensos para animales (a sabiendas puesto que en la fabricación de ellos se utilizaron grasas etiquetadas como no comestibles) y ha provocado, hasta el momento el cierre de granjas, la inmovilización de huevos y el sacrificio de miles de animales destinados a la alimentación humana.

La fabricación de piensos para la alimentación industrial de animales no goza de buena prensa, ha habido problemas con acuicultura en los Estados Unidos, en Europa un aditivo alimentario contaminado con plaguicida que contenía dioxina y procedente de Brasil, animales y derivados (leche, huevos) en Bélgica en diferentes años, leche contaminada en Alemania, aves y huevos contaminados en Estados Unidos. Sin olvidar la encefalopatía espongiforme bovina de triste recuerdo y cuyo origen, si bien no era la presencia de dioxinas, si piensos que contenían priones procedentes de cadáveres de otros animales, o la presencia de clembuterol en animales de diversas granjas en España.

Estamos expuestos a nosotros mismos. Somos muchos, necesitamos comer, que los alimentos cuesten poco producirlos y dejen elevados beneficios, sobretodo en tiempos de crisis. En una época de a tiempo real, poco importa que puedan existir consecuencias sobre nuestra salud y la de nuestro planeta a medio plazo, vivimos el momento y no nos preocupa el minuto siguiente, porque a nosotros no nos va a pasar nada, eso es a otros.

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